Holístico, ya en su raíz etimológica holos, “todo”,
“entero”, “completo”, refiere y da cuenta de un
modo de considerar
la realidad, primariamente
como totalidades, “todos”
, estructuras cuyos elementos
o miembros se
encuentran funcionalmente relacionados
entre sí. Una especie
de Espíritu-entidad, Nous,
en la
concepción de Anaxágoras y
los neoplatónicos, que compromete todos los procesos del universo. Esta
visión de conjunto-estructura, que define y da
sentido a sus
elementos constitutivos, se
encuentra, en similares
términos, en los psicólogos gestaltistas; Ehrenfels
planteaba que en un todo organizado subsiste una cualidad particular “gestaltqualität”, fuera y
por encima de
la suma de los
componentes sensoriales, idea que recoge y profundiza Wertheimer al señalar que
“las partes están, pues, subordinadas a
la totalidad; por
ello es imposible
comprender un todo
estructural a partir
de sus ingredientes o partes,
puesto que los atributos de éstas, en
la medida que son accesibles a una definición,
quedan establecidas mediante
sus relaciones con
la configuración total
que integran” (cit. en
Papp 1983: 365).
En el mismo
orden de ideas,
Köhler vincula estos principios perceptivos
al aprendizaje, al
sostener el concepto
de Einsicht, como
aquella repentina visión interna, que reviste de pronto en el sujeto, el
objeto o problema, en la nueva totalidad de la Gestalt.
Kurt
Goldstein va más
allá de estos
principios que guían
la percepción en
la psicología gestáltica,
desarrollando la idea
de organismos individuales
como entidades “holísticas”,
no sólo en un
sentido vitalista. Para él, en
todo organismo existe una relación
holística en los comportamientos; los
organismos son, pues,
sistemas que funcionan
como un todo,
de tal suerte que un estímulo
dado debe producir cambios en el organismo entero. Jan Smutts, por
otra parte, reconoce en el holismo
un modo de
contestar a la
cuestión de cómo diversos
elementos o factores
forman una totalidad
o unidad distinta
de ellos en un proceso de
síntesis creadora; los
todos resultantes de
tal proceso son
dinámicos, evolucionarios y creadores.
En el universo
holístico el holismo
es el factor
universal y el concepto
básico; en dicho
universo todo tiende
a la formación
del todo holístico
que es la personalidad.
Quienes adhieren
al enfoque holístico testimonian la
irrupción de una
nueva era, en donde todo tiende a unirse. El universo, y
todo lo que forma parte de él, incluida la especie humana, está unificado,
interconectado, en algo global, “somos parte del mismo proceso que creó a las estrellas,
y estamos hechos de la misma materia. Todas las facetas de la experiencia
humana intuitiva, imaginativa, estética,
emocional y espiritual,
así como el
intelecto racional, son necesarias para
captar completamente la
profundidad imponente de
nuestra existencia”(Miller, cit.
en Olivos et al.
1992: 3). Esta
interconexión esencial permite
al hombre una profunda comprensión de la integralidad,
que se traduce en todos los actos de su cotidianidad, expresándose en
una disponibilidad y
apertura irrestricta hacia
las demás criaturas
en un amor incondicional
y justo, especialmente
a aquellos seres
de la naturaleza
que se encuentran en proceso de
desarrollo como el niño, sujeto central del quehacer pedagógico.
Los actuales paradigmas mecánico-causales son “responsables del actual “desencantamiento” del
mundo que conlleva la desesperanza existencial –o aprendida en términos
psicológicos de la cual somos testigos en nuestro cotidiano vivir. De lo que se
trata, ahora, es revertir esta simplificada
manera de contemplar
el mundo, redescubriendo y
reencantando la realidad al aceptar que no todo lo importante,
válido y real se capta por los sentidos, o se estructura en una lógica
desprovista de sentimientos.
Se trata de
rescatar la pluridimensionalidad de la realidad
y la vida,... en una síntesis original, a través de una vida personal,
subjetivamente vivida” (Montino et al. 1996: 23). Un retorno óntico, en la
medida que toda disciplina, marco teórico, ámbito, cualquier especificidad, ha
sido producto de abstracciones metodológicas, que han generado microrrealidades, que afanan nuestro hacer, pero que no pueden desembocar en el olvido de que la realidad es
una.
Innumerables pensadores han perfilado a lo largo del tiempo ideas educativas con profundo sentido holístico. Todos ellos
comparten una filosofía que considera al hombre con todas sus potencialidades, y
que manifiesta un
profundo respeto por
la vida y
por cada persona. “La educación holística
proclama y reivindica
la totalidad del
ser humano; propicia
métodos y técnicas que tienden al
desarrollo del ser humano, desde su nacimiento hasta su muerte, pero en todas
las dimensiones de su ser” (Salas et al. 1995: 17)
Sócrates con su ejemplo de vida y el desarrollo de la
mayéutica, arte de dar a luz la verdad, testimonia este
sentido al decir
que no es
el maestro el
que enseña al
alumno, sino el interlocutor que
“ayuda” a su
interdicto a realizar
una conversión sobre
sí mismo, interrogando por medio de
la mayéutica hasta
que la inteligencia menos
instruida descubre por sí
misma lo que
creía ignorar. En
Platón, su discípulo,
se encuentra una
pedagogía fundada en dos
ejes rectores: la
música, indispensable para
el cultivo del
espíritu, y la gimnástica, que fortalece la disciplina
necesaria para el autodominio
personal y la energía o vigor necesario
para la búsqueda
sistemática del conocimiento.
Música y Gimnástica constituyen una
unidad indisoluble, proporcionando al
cuerpo y al
alma toda la
belleza y perfección de que son
susceptibles. El sujeto debe decidir si recorre y asciende la escarpada y difícil pendiente de la caverna se mantiene
atado a un
mundo de sombras.
Teilhard de Chardin
habla de la
noósfera, un tejido planetario
invisible de conciencia
en desarrollo, una nueva
envoltura “más expansiva que el
vapor, más conductora que el
metal, más asimiladora que toda
la materia orgánica” (cit. en
Papp 1983: 277).
Un elan vital –impulso vital–
en términos bersongnianos, que subyace
a la vida
desde sus orígenes, y dirige
su evolución siguiendo
caminos divergentes.
Leibniz expresa
que, por debajo del universo material, existe una realidad
metafísica que le sirve de base y lo genera, un universo de mónadas, unidades
que incorporan la información del todo.
Alfred Whitehead describió a la naturaleza como
un conjunto en expansión, cuyos acontecimientos no terminan
en la percepción sensorial; dualismos como materia-espíritu, son falsos, la
realidad es inclusiva
y entrelazada. El
exhorto de Plutarco
se vuelve actual:
la necesidad es escuchar la voz
de la ciencia y de la poesía como una misma melodía creadora de mundos
nuevos. Esta visión de totalidad está bellamente expresada en una sutra
budista: “En el cielo de Indra se dice que hay una red de perlas dispuesta de
tal manera que si miras a una ves a todas las demás reflejadas a ella. Del mismo modo, cada objeto del mundo no es solamente él mismo, sino que
implica a todo otro objeto, y de hecho es cada uno de los otros objetos”
(Ferguson, cit. en Bohm 1992: 32). El hinduismo, por su parte, reconoce seis
niveles en la realidad,
pero que no son
regiones separadas, los
niveles superiores interpenetran completamente los
inferiores, que están
formados y sostenidos
por sus actividades,
“una interpenetración
unidimensional con equivalencia.
Una especie de
holo-arquía existente en cada nivel de jerarquía” (Wilber, cit.
en op. cit., 1992: 181). Esta visión es
concordante con los avances de la física moderna; al decir de Fritjof Capra,
“la teoría cuántica nos obliga a ver el universo, no como una colección de objetos físicos, sino más bien como una red compleja de relaciones
entre las distintas
partes de un
todo unificado… Todas
las partículas se componen dinámicamente
unas de otras de manera
autoconsciente, y en ese
sentido puede decirse que “contienen” la una a la otra” (cit. en Wilber
1992: 182).
Las investigaciones del cerebro han permitido acumular
una serie de antecedentes que vienen a
confirmar gran parte
de las reflexiones
anteriores. El trabajo
de los llamados neurocientíficos y
biopsicólogos ha reportado
evidencias para entender
que a los comportamientos humanos
subyace una base
neurobiológica reconocimiento de
una especie de cartografía cerebro-funcional, donde el reconocimiento de la hemisferización es
el hito señero.
Linda Campbell advierte
del peligro involucrado
en el enfoque reduccionista de
este hecho, que ha llegado a extremos de considerar a las personas como “cerebro
derecho” o “cerebro
izquierdo”, ignorando la
plenitud de propio
ser. No obstante, esto
mismo ha permitido
a la educación
emerger con propios
bríos en el
“reino autocrático del hemisferio
izquierdo, suplantando una democracia
de todo el
cerebro en su provecho”
(cit. en Olivos
1992: 46). Los
hemisferios resultan, a este respecto,
como diferentes en términos de la eficiencia con la cual procesan
determinada información.
Los
antecedentes en la
historia del pensamiento
resultan innumerables, y
podrían eventualmente
continuar al infinitum;
pero en todos
ellos se ha
dejado atisbar una
idea central y conductora, la conciencia de un universo global, que
devela al ser del hombre, y las restantes criaturas, su interdependencia
sustancial. El país no puede permanecer ajeno a este sentido y
la Reforma Educacional
emprendida por la
educación chilena abre
promisorias perspectivas en este
aspecto, instando a
la educación y
los agentes educativos
a ser protagonistas de
este enfoque, que
hoy posee un terreno
fértil para su
desarrollo. La presencia de ideas
marco, en la reforma emprendida, testimonia su sentido último: mejorar la calidad
y la equidad del aprendizaje en los alumnos. Esto es un proceso gradual, y del
cual las instituciones educativas no
pueden ni se
deben restar, pues
postula vertebrar, desde
las propias escuelas, el cambio esperado y aludido, asumiendo el Estado
la creación y concreción de las condiciones, estímulos y apoyos para ello.
Este cambio,
en primer término, va
desde una definición
estatal de planes y
programas de estudios
obligatorios, a un
marco curricular básico
en términos de
objetivos y contenidos mínimos obligatorios, otorgando
libertad a los establecimientos para que elaboren sus propios programas.
De este
modo, las comunidades escolares ejercen
la facultad de desarrollar
una propuesta específica que satisfaga las necesidades de sus alumnos,
expresada en el proyecto educativo
de la institución.
En segundo término,
se modifican los
criterios de selección
y organización de los objetivos
y contenidos de los ramos tradicionales
del proceso formativo, acogiendo los
cambios sociales y culturales propios que el proceso de modernización del país plantea.
En este escenario,
el educador debe
acoger el paradigma
holístico como un
modelo perfectamente congruente con esta oportunidad única. Las
experiencias educativas holísticas han
demostrado su enorme
potencial humano: Neill
y Summerhill, una
pedagogía de la libertad;
Kurt Hahn y
el método hacia
afuera; Rudolph Steiner
y sus escuelas
Waldorf; Pestalozzi, Alcott, Dewey, Freinet, Decroly, Corsini, y tantos
otros. Tal vez estos pensamientos de
María Montessori sean
un mejor reflejo
de esta fuente
inagotable: “Debemos elevarnos como seres
cósmicos en comunión
profunda con el
universo y la
eternidad. Debemos restablecer la unidad de nuestro planeta y de nuestros
seres con el universo y la divinidad.
Debemos tener nuestras raíces en la tierra y nuestros
corazones en el cielo. Debemos vernos como células de un
universo que está cada vez
más consciente de sí
mismo y de nosotros” (Gang, cit. en Olivos 1992: 61).
Gamal, Abdel, C (1998) Holística: una luz vertebradora
para el cambio. Universidad Austral de Chile. País: Chile. Estudios pedagógicos.
Recuperado el 10 de Mayo de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=173513846010
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