miércoles, 22 de mayo de 2013

PARADIGMA Y EDUCACIÓN HOLISTICA.


Holístico, ya en su raíz etimológica holos, “todo”, “entero”, “completo”, refiere y da cuenta de un  modo  de  considerar  la  realidad,  primariamente  como  totalidades,  “todos”  ,  estructuras cuyos  elementos  o  miembros  se  encuentran  funcionalmente  relacionados  entre  sí.  Una especie  de  Espíritu-entidad, Nous, en  la  concepción  de  Anaxágoras y  los neoplatónicos, que compromete todos los procesos del universo. Esta visión de conjunto-estructura, que define y da  sentido  a  sus  elementos  constitutivos,  se  encuentra,  en  similares  términos,  en  los psicólogos gestaltistas; Ehrenfels planteaba que en un todo organizado subsiste una cualidad particular  “gestaltqualität”, fuera  y  por  encima  de  la  suma  de  los componentes sensoriales, idea que recoge y profundiza Wertheimer al señalar que “las partes están, pues, subordinadas a  la  totalidad;  por  ello  es  imposible  comprender  un  todo  estructural  a  partir  de  sus ingredientes o partes, puesto que  los atributos de  éstas, en  la medida que  son  accesibles a una  definición,  quedan  establecidas  mediante  sus  relaciones  con  la  configuración  total  que integran”  (cit.  en   Papp  1983:  365).  En  el  mismo  orden  de  ideas,  Köhler  vincula  estos principios  perceptivos  al  aprendizaje,  al  sostener  el  concepto  de  Einsicht,  como  aquella repentina visión interna, que reviste de pronto en el sujeto, el objeto o problema, en la nueva totalidad de la Gestalt.

Kurt  Goldstein  va  más  allá  de  estos  principios  que  guían  la  percepción  en  la  psicología gestáltica, desarrollando  la  idea  de  organismos  individuales  como  entidades  “holísticas”,  no sólo  en  un  sentido  vitalista. Para  él, en  todo organismo existe  una  relación  holística  en  los comportamientos;  los  organismos  son,  pues,  sistemas  que  funcionan  como  un  todo,  de  tal suerte que un estímulo dado debe producir cambios en el organismo entero. Jan  Smutts, por  otra  parte, reconoce  en  el  holismo  un  modo  de  contestar  a  la  cuestión  de cómo  diversos  elementos  o  factores  forman  una  totalidad  o  unidad  distinta  de  ellos  en  un proceso  de  síntesis  creadora;  los  todos  resultantes  de  tal  proceso  son  dinámicos, evolucionarios  y  creadores.  En  el  universo  holístico  el  holismo  es  el  factor  universal  y  el concepto  básico;  en  dicho  universo  todo  tiende  a  la  formación  del  todo  holístico  que  es  la personalidad.

Quienes adhieren  al  enfoque  holístico testimonian  la  irrupción  de  una  nueva  era, en  donde todo tiende a unirse. El universo, y todo lo que forma parte de él, incluida la especie humana, está unificado, interconectado, en algo global, “somos parte del mismo proceso que creó a las estrellas, y estamos hechos de la misma materia. Todas las facetas de la experiencia humana intuitiva,  imaginativa,  estética,  emocional  y  espiritual,  así  como  el  intelecto  racional,  son necesarias  para  captar  completamente  la  profundidad  imponente  de  nuestra  existencia”(Miller,  cit.  en  Olivos  et  al. 1992:  3).  Esta  interconexión  esencial  permite  al  hombre  una profunda comprensión de la integralidad, que se traduce en todos los actos de su cotidianidad, expresándose  en  una  disponibilidad  y  apertura  irrestricta  hacia  las  demás  criaturas  en  un amor  incondicional  y  justo,  especialmente  a  aquellos  seres  de  la  naturaleza  que  se encuentran en proceso de desarrollo como el niño, sujeto central del quehacer pedagógico.

Los actuales paradigmas mecánico-causales son  “responsables del actual “desencantamiento” del mundo que conlleva la desesperanza existencial –o aprendida en términos psicológicos de la cual somos testigos en nuestro cotidiano vivir. De lo que se trata, ahora, es revertir esta simplificada  manera  de  contemplar  el  mundo, redescubriendo  y  reencantando  la  realidad al aceptar que no todo lo importante, válido y real se capta por los sentidos, o se estructura en una  lógica  desprovista  de  sentimientos.  Se  trata  de  rescatar  la  pluridimensionalidad  de  la realidad y la vida,... en una síntesis original, a través de una vida personal, subjetivamente vivida” (Montino et al. 1996: 23). Un retorno óntico, en la medida que toda disciplina, marco teórico, ámbito, cualquier especificidad, ha sido producto de abstracciones metodológicas, que han  generado microrrealidades, que afanan  nuestro hacer, pero que no pueden  desembocar en el olvido de que la realidad es una.

Innumerables pensadores han  perfilado a lo largo del  tiempo ideas educativas con  profundo sentido holístico. Todos ellos comparten una filosofía que considera al hombre con todas sus potencialidades,  y  que  manifiesta  un  profundo  respeto  por  la  vida  y  por  cada  persona. “La educación  holística  proclama  y  reivindica  la  totalidad  del  ser  humano;  propicia  métodos  y técnicas que tienden al desarrollo del ser humano, desde su nacimiento hasta su muerte, pero en todas las dimensiones de su ser” (Salas et al. 1995: 17)

Sócrates con su ejemplo de vida y el desarrollo de la mayéutica, arte de dar a luz la verdad, testimonia  este  sentido  al  decir  que  no  es  el  maestro  el  que  enseña  al  alumno,  sino  el interlocutor  que  “ayuda”  a  su  interdicto  a  realizar  una  conversión  sobre  sí  mismo, interrogando por  medio de  la  mayéutica  hasta  que la inteligencia  menos instruida  descubre por  sí  misma  lo  que  creía  ignorar.  En  Platón,  su  discípulo,  se  encuentra  una  pedagogía fundada  en  dos  ejes  rectores:  la  música,  indispensable  para  el  cultivo  del  espíritu,  y  la gimnástica, que fortalece la disciplina necesaria para el  autodominio personal  y la energía o vigor  necesario  para  la  búsqueda  sistemática  del  conocimiento.  Música  y  Gimnástica constituyen  una  unidad  indisoluble,  proporcionando  al  cuerpo  y  al  alma  toda  la  belleza  y perfección de que son susceptibles. El sujeto debe decidir si recorre y asciende la escarpada y difícil  pendiente de la caverna se  mantiene  atado  a  un  mundo  de  sombras.  Teilhard  de  Chardin  habla  de  la  noósfera,  un tejido planetario invisible  de  conciencia  en  desarrollo, una  nueva  envoltura  “más expansiva que  el  vapor, más conductora  que  el  metal, más asimiladora  que  toda  la  materia  orgánica” (cit.  en   Papp  1983:  277).  Un   elan  vital –impulso  vital–  en  términos  bersongnianos,  que subyace  a  la  vida  desde  sus orígenes, y  dirige  su  evolución  siguiendo  caminos divergentes.
Leibniz  expresa que, por  debajo del  universo material, existe una realidad metafísica que le sirve de base y lo genera, un universo de mónadas, unidades que incorporan la información del  todo.

Alfred Whitehead describió a la naturaleza como un  conjunto en  expansión, cuyos acontecimientos no terminan en la percepción sensorial; dualismos como materia-espíritu, son falsos,  la  realidad  es  inclusiva  y  entrelazada.  El  exhorto  de  Plutarco  se  vuelve  actual:  la necesidad es escuchar la voz  de la ciencia y de la poesía como una misma melodía creadora de mundos nuevos. Esta visión de totalidad está bellamente expresada en una sutra budista: “En el cielo de Indra se dice que hay una red de perlas dispuesta de tal manera que si miras a una ves a todas las demás reflejadas a ella. Del  mismo modo, cada objeto del  mundo no es solamente él mismo, sino que implica a todo otro objeto, y de hecho es cada uno de los otros objetos” (Ferguson, cit. en Bohm 1992: 32). El hinduismo, por su parte, reconoce seis niveles en  la  realidad,  pero  que  no  son  regiones  separadas,  los  niveles  superiores  interpenetran completamente  los  inferiores,  que  están  formados  y  sostenidos  por  sus  actividades,  “una interpenetración  unidimensional  con  equivalencia.  Una  especie  de  holo-arquía  existente  en cada nivel de jerarquía” (Wilber, cit. en  op. cit., 1992: 181). Esta visión es concordante con los avances de la física moderna; al decir de Fritjof Capra, “la teoría cuántica nos obliga a ver el universo, no como una colección  de objetos físicos, sino más bien  como una red compleja de  relaciones  entre  las  distintas  partes  de  un  todo  unificado…  Todas  las  partículas  se  componen  dinámicamente  unas de otras de  manera autoconsciente, y  en  ese  sentido puede decirse que “contienen” la una a la otra” (cit. en Wilber 1992: 182).

Las investigaciones del cerebro han permitido acumular una serie de antecedentes que vienen a  confirmar  gran  parte  de  las  reflexiones  anteriores.  El  trabajo  de  los  llamados neurocientíficos  y  biopsicólogos  ha  reportado  evidencias  para  entender  que  a  los comportamientos  humanos  subyace  una  base  neurobiológica reconocimiento de  una especie de cartografía cerebro-funcional, donde el  reconocimiento de la  hemisferización  es  el  hito  señero.  Linda  Campbell  advierte  del  peligro  involucrado  en  el enfoque reduccionista de este hecho, que ha llegado a extremos de considerar a las personas como  “cerebro  derecho”  o  “cerebro  izquierdo”,  ignorando  la  plenitud  de  propio  ser.  No obstante,  esto  mismo  ha  permitido  a  la  educación  emerger  con  propios  bríos  en  el  “reino autocrático  del  hemisferio  izquierdo, suplantando  una  democracia  de  todo  el  cerebro  en  su provecho”  (cit.  en   Olivos  1992:  46).  Los  hemisferios  resultan,  a  este  respecto,  como diferentes en términos de la eficiencia con la cual procesan determinada información.

Los  antecedentes  en  la  historia  del  pensamiento  resultan  innumerables,  y  podrían eventualmente  continuar  al  infinitum;  pero  en  todos  ellos  se  ha  dejado  atisbar  una  idea central y conductora, la conciencia de un universo global, que devela al ser del hombre, y las restantes criaturas, su interdependencia sustancial. El país no puede permanecer ajeno a este sentido  y  la  Reforma  Educacional  emprendida  por  la  educación  chilena  abre  promisorias perspectivas  en  este  aspecto,  instando  a  la  educación  y  los  agentes  educativos  a  ser protagonistas  de  este  enfoque,  que  hoy  posee  un  terreno  fértil  para  su  desarrollo.  La presencia de ideas marco, en la reforma emprendida, testimonia su sentido último: mejorar la calidad y la equidad del aprendizaje en los alumnos. Esto es un proceso gradual, y del cual las instituciones  educativas  no  pueden  ni  se  deben  restar,  pues  postula  vertebrar,  desde  las propias escuelas, el cambio esperado y aludido, asumiendo el Estado la creación y concreción de las condiciones, estímulos y apoyos para ello.

Este  cambio, en  primer  término, va  desde  una  definición  estatal  de  planes y  programas de estudios  obligatorios,  a  un  marco  curricular  básico  en  términos  de  objetivos  y  contenidos mínimos obligatorios, otorgando libertad a los establecimientos para que elaboren sus propios programas. De  este  modo, las comunidades escolares ejercen  la  facultad de  desarrollar  una propuesta específica que satisfaga las necesidades de sus alumnos, expresada en el proyecto educativo  de  la  institución.  En  segundo  término,  se  modifican  los  criterios  de  selección  y organización  de los objetivos y  contenidos de los ramos tradicionales del  proceso formativo, acogiendo los cambios sociales y culturales propios que el proceso de modernización del país plantea.

En  este  escenario,  el  educador  debe  acoger  el  paradigma  holístico  como  un  modelo perfectamente congruente con esta oportunidad única. Las experiencias educativas holísticas han  demostrado  su  enorme  potencial  humano:  Neill  y  Summerhill,  una  pedagogía  de  la libertad;  Kurt  Hahn  y  el  método  hacia  afuera;  Rudolph  Steiner  y  sus  escuelas  Waldorf; Pestalozzi, Alcott, Dewey, Freinet, Decroly, Corsini, y tantos otros. Tal vez estos pensamientos de  María  Montessori  sean  un  mejor  reflejo  de  esta  fuente  inagotable:  “Debemos  elevarnos como  seres  cósmicos  en  comunión  profunda  con  el  universo  y  la  eternidad.  Debemos restablecer  la unidad de nuestro planeta y de nuestros seres con  el  universo y la divinidad.
Debemos tener nuestras raíces en la tierra y nuestros corazones en el cielo. Debemos vernos como células de  un  universo que  está  cada vez  más consciente  de  sí  mismo y  de  nosotros” (Gang, cit. en Olivos 1992: 61).


Gamal, Abdel, C (1998) Holística: una luz vertebradora para el cambio. Universidad Austral de Chile. País: Chile. Estudios pedagógicos. Recuperado el 10 de Mayo de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=173513846010




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